Llegó Antonieta como un huracán de frescura; oronda, modosa, con ganas de ayudar en todo, de arreglarlo todo, y de solucionarlo todo -¡qué buenos eran los señores y qué gusto daba trabajar en esta casa! . -Señora, ¿le ayudo a descargar el coche?-; -señora, ¿quiere que le prepare un desayunito con energía?-; -deme señora los paquetes y vaya a descansar-… Las miradas asesinas de la señora no se hacían esperar. Ella NO descarga el coche, lo hace el portero, SÓLO desayuna un café y un zumo, lo que le da energía para rato y le ayuda a mantener la línea, y lo de "descansar" será cuando ella lo decida… en fin. Pobre Antonieta, cada sugerencia era premiada con una frustración. Pero no se rendía. Cantaba a voz en grito, mastuerza ella, las delicias que sabía cocinar, que para eso la habían contratado. Igual que la sardinera de Santurce, se la oía vociferar: -¡sardinillas rebozadaaaas, callos a la madrileñña para chuparse los dedos, pulpo a feira y escabeches variossss!… A la señora le daba un vuelco el estómago cada vez que la escuchaba y cuando deambulaba por el oficce dejando el halo de su bata de raso y sus zapatillas gacela, le soltaba como de pasada… -Antonieta, para hoy bistec con patatas y coliflor… y desaparecía justo a tiempo para no ver el derrumbamiento. Antonieta caía hundida igual que el coyote cuando el correcaminos le hacía una de las suyas… Pero si cada día sale el sol, cada dia amanecía Antonieta con nuevos bríos. -Señora, ¿qué querrá hoy para almorzar?- El ojo avieso de la señora le indicaba claramente que en aquella casa no "se almorzaba” y ella mirando a otro lado, le contestaba, -pues ayer se comieron 3 kilos de patatas. ¿Hoy no querrá variar?- Al cabo de un rato se ponía la chaqueta para ir a comprar el pan y… más patatas. -Y... dígame Antonieta, ¿de qué parte de Galicia es usted?- le preguntaba el personal. Ella contestaba que había estado en A Coruña y su hija estaba allí estudiando para policía, (poca broma). Otro día le decían -¿y cómo se dice escalibada en gallego, eh, Antonieta?- –pues allí no se come mucho de eso- -¿y su acento, Antonieta? No tiene mucho, ¡con lo cerrados que son los gallegos!... -¿gallega yo? ¡Ay madre!, pero si soy de Jaén!!- -Ja,ja,ja- reían todos. -¿De Jaén? Pues tu lo que tienes es acento catalán!- Y ella respondía con aspavientos -Si m’he criao en Lérida y de allí vengo porque el pedazo-imbécil-de-mi-marido s’ha quedao con la casa y m’ha dejao en la calle!- y añadía a la descripción una cara de puro asco. Pero Antonieta vivía en su nube particular. Ahora que estaba haciendo un poquito de “caja”, quería comprarse un apartamento en la costa. -Naada, una cosita pequeñita para mi sola y empezar de nuevo-. -Señora, usted que tiene contactos- la señora arquea las cejas -¿no tendría un apartamento para mi?- se le ocurría comentar mientras le servía el primer plato. Las miradas cruzadas entre el señor y la señora eran más que significativas, pero ella no las veía. - ¡Qué buenos son los señores!, fíjate que escuchan mis inquietudes cuando estoy con ellos… -Ay Antonieta, ¿cómo se te pasa por la cabeza decir estas cosas? Están en su casa, quieren intimidad, mujer!... -le decía la Visi -ah, ¿siii?- Se asombraba ella, - pues no m’han dicho ná!... –pero ¿que no les ves la cara?- –la señora me buscará un apartamento…- se emperraba en creer ella -Te lo ha dicho para que te calles, tonta! –, pero ella ya no escuchaba. Se iba a su cocina toda ufana canturreando menús que nunca le pedirían: aluuuubias a la riojanaaaa, chopiiiitos friiiitos, calamaaares rellenos en salsaaa, albóndigasss con guisantesss…. Una mañana cuatro meses después, desde la calle se la oía gritar –¡¡Llamaré a los mozos (de escuadra)!! Como no me pague los llamo, que a mi no me tima nadie!-. Entremedio de sus gritos, la vida de la casa continuaba: entraba el jardinero, salía el portero con el coche, llamaban por teléfono, llegaba el cartero…. -¿pero qué quiere, mujer?- – ¡sólo lo que me toca por ley y me voy! - -ande, ande, haga las cuentas y márchese...- Antonieta desapareció por la puerta blandiendo los billetes que le acababan de entregar, igual que cuando llegó: como una exhalación, un vendaval. El pedazo-imbécil-del-marido se había ido a vivir a Canarias y le había dejado la casa de Lleida para ella…
Hola querid@s seguidor@s:
Todos los protagonistas de este relato son fruto de la inmensa suerte de haber tratado con muchas buenas personas de vida sencilla.
Les deseo que lo pasen bien leyendo esta sarta de interioridades domésticas, parecidas a las que a mi tocó vivir, y les dejo para su disfrute algunas de las recetas que he ido recopilando a lo largo de mi existencia. LA MARQUESA BULLABESA
Les deseo que lo pasen bien leyendo esta sarta de interioridades domésticas, parecidas a las que a mi tocó vivir, y les dejo para su disfrute algunas de las recetas que he ido recopilando a lo largo de mi existencia. LA MARQUESA BULLABESA
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